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Perdido en el Abismo

En la vida existen momentos donde la oscuridad parece devorarlo todo: los sueños, el amor, la confianza en uno mismo. En esta oscuridad, muchas veces lo único que queda es la soledad y el eco de todo lo perdido. Hoy me encuentro ahí, sumido en lo que parece un abismo profundo donde la oscuridad impone fuertemente su presencia. Roto, desgastado, y cargando con una maleta enorme de decepciones que ya no puedo arrastrar más.

Cómo mencioné en la entrada anterior “Sonámbulo”, alguna vez fui un hombre que soñaba con comerse al mundo, con conquistar sus sueños por más imposibles y locos que ellos fueran. Creía en el amor, creía en las personas, creía en mí mismo. Ese Victor, el que alguna vez fue tan seguro, se ha desvanecido. Las traiciones y abusos de las personas que amé y quienes juraron amarme, la perdida de mis hijas, de mi salud, de mi forma de vida, me fueron apagando. Enseñándome a desconfiar, a no volver a soñar, ya que esos sueños solo me serán arrebatados, recordándome que no vine a este mundo a ser feliz, a dudar de mi propio valor.

El único sueño que me queda es reencontrarme con mis hijas algún día en el cielo, pero para ello debo hacer las cosas bien, no puedo renunciar. Siendo católico la idea del suicidio por más atractiva que pueda ser, queda totalmente descartada… por lo menos hasta que no haga mi última lucha. Atrapado en el purgatorio no podría estar con ellas. Además, quiero demostrarles que su Papá es fuerte, o por lo menos que alguna vez lo fue.

A medida que la vida ha seguido su curso, las personas a mi alrededor no han hecho más que señalarme, de acusarme de ser el culpable de todo, de ser una mala persona, de no estar a la altura de sus expectativas. Familia, amigos, parejas…  todos se han convertido en jueces implacables que parecen no ver más allá de mis errores. Que no se dan cuenta que crecí solo, me forme yo solo… cuando murió mi padre me quede sin brújula, sin quien me aconsejara, sin quien me corrigiera cuando cometía un error. Y traté, en verdad traté de hacer las cosas bien. Hice todo lo posible por cuidar a mi familia y amigos, por hacer feliz a la mujer que compartiese su vida conmigo. Muchas veces renunciando a mis sueños, anhelos y metas por lograr los de ellos.

¿Y qué obtuve? Sentirme atrapado en una red de juicios que no logro superar, como si nada de lo que haga fuera suficiente para agradar a nadie, y en ese proceso, me he quedado vacío.

Deseo ponerle fin a esta situación. Acepto que he caído, que he sido derrotado por miedos, inseguridades, traiciones, abusos, y las voces que me susurran al oído que no valgo nada. Que no soy suficiente para luchar por mí, para quedarse… cuando ya no tengan un beneficio que sacar de mí.

Acepto que he fallado, pero también reconozco que todavía estoy aquí y que no puedo renunciar… No sin antes haberlo intentado una vez más. Creo que aún puedo levantarme, que aún queda una pelea en mi corazón. Pero esta vez no será para agradar a otros, no será para rescatar a nadie, no será para encajar en lo que los demás quieren de mí.

He decidido imponerme nuevas reglas, reglas para regir mi vida desde ahora. No más de depender de la aprobación de otros, no más miedo a perder lo que ya no me pertenece. Este reglamento será mi guía para tratar de reconstruirme, para reencontrar a ese Victor soñador y optimista que fui alguna vez. Esta vez será por mí.

El Reglamento de la última pelea:

1 – Seré fiel a mí mismo, por encima de todo.

No buscaré validación externa. Mi valor no se mide por las opiniones de otros. Me juzgaré con honestidad, pero también con compasión. Lo que importa es mi propia percepción de mí mismo y como honro mi esencia.

2 – El amor propio será mi escudo.

Cuidaré de mi cuerpo, mente y alma. Trabajaré cada día para fortalecerme, física, emocional y espiritualmente. Porque si no soy capaz de amarme, nadie más lo hará.

3 – Nunca mirar atrás.

El pasado ya no tiene poder sobre mí. He aprendido de los abusos y traiciones, pero me niego a vivir en ellas. Mi enfoque estará en el presente y en como construyo mi futuro, día tras día, paso a paso. El dolor será mi más grande maestro, pero no mi amo.

4 – Honraré a mis hijas y a mi niño interior.

Mi niño interior merece ser protegido y cuidado. No lo abandonaré, te pido perdón por no haber cumplido tus seños y por haberme equivocado tanto. Lo intentaré una última vez pequeño Vic. Viviré para que mis hijas desde el cielo vean lo chingon que era su Papá, y que de haber estado en este mundo su padre habría sido el hombre que necesitaban que fuera.

5 – No viviré con miedo.

No me dejaré dominar por la desconfianza ni por el miedo al abandono. Me niego a que las personas que me hicieron daño en el pasado, me sigan lastimando en el presente. Comprenderé que no puedo controlar las acciones de los demás, pero si puedo controlar como reacciono ante ellas. Si alguien se va, le dejaré ir, pero nunca me abandonaré a mí mismo.

6 – Impondré límites.

No permitiré que los demás me hagan sentir menos, ni me manipulen para cumplir con sus expectativas o deseos. Aprenderé a decir “no” cuando sea necesario y pondré límites saludables en mis relaciones. No me volveré a desgastar por satisfacer y rescatar a los demás, y menos a costa de mi bienestar. Quien no respete mis límites no tendrá lugar en mi vida.

7 – Practicaré la gratitud diariamente.

A pesar de las adversidades, siempre existe algo por lo que estar agradecido. Cada día encontraré al menos una razón para dar gracias. Esto me mantendrá conectado con lo positivo de la vida y con las bendiciones que a veces pasan desapercibidas en medio de este abismo.

8 – Buscaré mejorarme constantemente.

Yo amaba aprender, y volveré a hacerlo. Buscaré aprender, evolucionar y así aspirar a ser una mejor versión de mí mismo. Buscaré nuevos conocimientos, desafíos, y experiencias que me ayuden a crecer, tanto en lo personal, como en lo profesional. La comodidad no será mi meta, el progreso sí.

9 – Seré honesto en mis relaciones.

Nunca he jugado con los sentimientos de nadie, y ya no permitiré que jueguen con los míos. La confianza y el respeto serán la base de cualquier relación que construya de ahora en adelante. No me aferraré a personas que no me amen en la misma medida que yo las ame a ellas, si no es recíproca la relación, ahí no será. Hablaré desde el corazón y exigiré lo mismo.

10 – Viviré con propósito.

Encontraré el porqué de mis días, algo que me impulse a seguir adelante. Ya sea mi trabajo, mis pasiones, las personas que amo, siempre buscaré una razón para levantarme cada mañana. No vagaré sin rumbo, sino que caminaré con una misión clara: ser un hombre de bien, en quien los demás puedan confiar y, sobre todo, en quien yo pueda confiar. Seré un hombre del que sus hijas se sientan orgullosas.

11 – Dios será mi refugio.

Reconectaré con mi espiritualidad, confiaré en Dios. Volveré a orar diario, a dejar de culpar a Papá Dios de mis decisiones y mis fracasos. Reencontraré esa magia que desde niño iluminaba mi vida.

Esto no es solo un manifiesto, es un pacto. Un juramento hacia el hombre que quiero ser, hacia el guerrero que ya he sido y que puede volver a dar una última batalla. Más sabio… más fuerte. El camino será difícil, habrá días oscuros, pero sé que aún puedo resistir. Mi historia todavía no ha terminado, voy a escribir un último capítulo digno de recordar.

Aquel Victor, el soñador, el que amaba sin reservas, aún puede volver. No me detendré hasta reencontrarlo. Y cuando el cabrón regrese, aguas, porque todo este dolor, toda esta lucha lo habrá hecho mucho más fuerte. Y ahí sabré que todo valió la pena.

Este es mi reglamento, mi renacimiento. Mi regreso.

¡Hasta la próxima!