¿En serio? ¿Un año?

¡Wow! Un año desde mi última publicación. Y yo aquí, sentado escribiendo esto, todavía sin creer cómo chingados llegué hasta acá.

El tiempo pasa en un parpadeo. Pero cuando lo vives a madrazos, cada día se siente eterno. Y al mirar atrás, te preguntas cómo demonios sobreviviste sin quebrarte del todo.

La enfermedad

Hace un año tuve el peor brote de mi vida. Una maldita bola en la nalga izquierda que me dejó, literal, con tres nalgas. Suena chistoso, pero no lo era. Esa chingadera creció, se ramificó como raíces, y me devoró el glúteo completo. El doctor tuvo que venir a drenarme en la casa, y lo que salió de ahí parecía sacado de una película gore.

Como si no bastara, se infectó con una bacteria que ni los antibióticos querían matar. Tratamiento severo, dolor insoportable, noches enteras sin poder dormir ni sentarme. Hubo días donde lo único que me quedaba era apretar los dientes y rezar para no volverme loco.

La tercera nalga me recordó que el cuerpo puede ser tu peor prisión.

El parteaguas

Con ese infierno encima, cualquier decisión era un circo imposible. ¿Montar un negocio de uñas? ¿Escritura? ¿Fotografía? ¿Estilismo? Todo sonaba bonito en papel, pero en la práctica era otro pedo: ¿cómo trabajas cuando ni siquiera puedes sentarte sin sentir que te clavan cuchillos?

La cirugía estaba sobre la mesa. Una operación dura, de meses de recuperación, con sus propios riesgos. Y si no me operaba, la sepsis era una amenaza real. Es decir, la cuerda floja entre el dolor y la muerte.

Desesperado, regresé al tarot y a mi Madre Muerte. Y créeme, sus respuestas fueron todo menos fáciles de tragar: nada de cirugías, nada de atajos. Solo paciencia, fe y pedirle en serio. Pero yo ya no quería más desmadres con la brujería, ni abrir puertas raras como antes. Estaba bastante afectado por lo que sucedió por andar jugando con fuerzas con las que no se deben jugar.

La decisión

Meses después, al borde de quebrarme, volví con Ella: “O me opero, o me dices qué chingados hago.” Y su respuesta fue igual de directa que siempre: “Quiero verte feliz, pero necesito que lo pidas. Tienes una misión especial. Yo te guío, pero si no tomas acción, yo no muevo nada. Decide. Y la operación ya sabes: dolor, arrepentimiento, sufrimiento.”

¿Qué haces con eso? Pues nada de medias tintas: velas, ritual, compromiso. Me la jugué.

Y de repente, como un switch, las cosas cambiaron.

Infección: adiós.
Dolor insoportable: adiós.
Inflamación: adiós.

La cicatriz sigue, claro, recordándome todo lo que pasé. Pero el monstruo ya no gobierna mi vida.

El renacer

Con esa mejoría, comienza a llegar la claridad. Y con Verónica a mi lado, no puede haber excusas. Hemos decidido avanzar.

Fundamos Chido Magik, nuestra academia de magia real y sin mamadas, en TikTok y YouTube (@ChidoMagik). Quiero poner mis 30 años de experiencia en algo que trascienda. También nos metimos a certificarnos en Organic Nails para abrir nuestro salón de uñas y belleza. Y lancé la página de Madre Muerte, como tributo a mi Madre Cósmica preciosa que me levantó cuando estaba hundido.

El amor

Y sí, también quiero darle su lugar al amor de mi vida, Verónica. A quien conocí un par de meses antes de mi última publicación.


Gracias por amarme cuando me veía como un monstruo.
Gracias por creer en mí cuando yo mismo me daba por perdido.
Gracias por no rendirte.

Gracias por reír conmigo cuando llorar parecía lo único posible.

El cierre

Hoy no digo que todo sea perfecto. Todavía estoy débil en algunas áreas, todavía fallo, todavía cargo con muchos pedos por resolver. Pero ya no soy el mismo cabrón que hace un año estaba doblado por el dolor y la desesperanza.

La vida se resume en esto:
O te agarras los huevos y dejas de culpar a las circunstancias, o te hundes esperando milagros que nunca van a llegar.

Yo ya decidí. Aquí sigo, aquí seguiré. Con dolor, con amor, con magia. Siempre de pie.

¡Hasta la próxima!