La vida, queridos amigos, es una colección de momentos, algunos brillantes, y otros no tanto, pero todos valiosos. Mi relación con la fotografía ha sido, por decir lo menos, una montaña rusa emocional. Desde esos días de juventud, cuando veía mi cámara como una extensión de mi ser, hasta el vacío que sentí cuando me la robaron, y con ella robándome ese sueño.
Hubo un tiempo en que soñé con convertirme en un gran fotógrafo, no me importaba el nicho, solo sabía que quería capturar momentos. Hasta que un día, un querido amigo que era un famoso Dating coach en esa época, me invitó a un proyecto donde él, y una amiga fotógrafa, harían photoshoots a sus clientes. A lo que yo acepte con mucha emoción, era el momento de aprender una cosa o dos. Y así, alojados en una lujosa habitación de un hotel de la CDMX ubicado por el área de Santa Fe, la aventura comenzó.
Hombres, y mujeres desfilaron por las inmediaciones del Hotel, posando en las modernas áreas comunes, y los hermosos jardines, para terminar con fotografías más intimas en una de las suites del exquisito Hotel. Mi función era la de asistente fotográfico, apoyando con los flashes, reflectores, y a ayudar a perfeccionar la pose o el atuendo.
En ese momento, descubrí lo que en realidad quería aprender, lo que pensé que quería hacer por el resto de mi vida: ¡La fotografía Boudoir! En ella encontré una ventana a la belleza en su estado más puro y sin filtros. Una forma de arte, donde más que en cualquier otra, se captura la esencia íntima y auténtica de ser mujer, reflejando su fuerza y vulnerabilidad. La fotografía Boudoir, es una danza delicada entre la luz y la sombra, revelando no solo la forma, sino también el espíritu, el coraje, y la ternura de cada mujer.
Es un susurro visual que dice: “Eres hermosa, exactamente como eres”, ofreciendo un espacio seguro para explorar y celebrar la propia imagen, lejos de las expectativas y los juicios del mundo exterior. Cada sesión de boudoir es un viaje de autodescubrimiento, un acto de amor propio que permite a cada mujer reencontrarse, apreciarse, y si, suspirar ante la magnificencia de su propia existencia, reconociéndose: poderosa, única, y real. Fue una experiencia que me marcó para siempre.
Al terminar ese maravilloso e inspirador fin de semana, corrí a comprarme una cámara profesional carísima de Paris, un lente con una óptica fenomenal, y directo a la escuela de fotografía. Me imaginaba cámara en mano, listo para capturar la belleza que me rodeaba, ayudando a mujeres, y por qué no, a hombres, a descubrir su belleza y sensualidad. Pero como muchos sueños juveniles, se quedó en eso: un sueño.
Yo era ese tipo de aspirante a fotógrafo que deseaba saberlo todo antes de siquiera presionar el obturador. Quería dominar cada técnica, entender cada concepto, antes de dar el primer paso. Y entonces, la vida, con su cruel sentido del humor, decidió poner a prueba mi resolución: mi cámara profesional, mi compañera de sueños no nacidos, fue robada. Y con ella, se esfumaron mis aspiraciones de convertirme en fotógrafo.
Fue un golpe muy duro, después de todo había sido una fuerte inversión, siendo un recordatorio de que nuestras pasiones son frágiles. Durante un tiempo, dejé de soñar en colores, viendo el mundo en una escala de grises deslucida. Aunque eventualmente adquirí otra cámara (mucho más modesta), la llama interior parecía haberse extinguido. Me sumergí en la rutina, dejando la cámara en un rincón, olvidada.
Sin embargo, la vida tiene esta forma peculiar de dar vueltas completas. Recientemente, algo cambió. Quizás fue la nostalgia, quizás la necesidad de conectar nuevamente conmigo mismo, pero he sentido renacer el deseo de mirar el mundo a través de un lente. No con el objetivo de convertirme en el fotógrafo que alguna vez soñé ser, sino simplemente por el placer de hacerlo, por la alegría de capturar momentos.
La fotografía, como he aprendido, es más que técnica o habilidad. Es una forma de ver el mundo, una invitación a observar lo que otros pasan por alto. En cada rostro, en cada sonrisa, en cada pose, existe una historia esperando ser contada. Y así, con una cámara en mano nuevamente, deseo embarcarme en esta aventura, no solo para redescubrir mi pasión, sino para invitar a otros a ser parte de ella.
Se me ha ocurrido, buscar a aquellos que, como yo, desean explorar lo desconocido, quienes no temen mostrar su autenticidad frente a la lente. Esta no es una búsqueda de perfección, sino de verdad. Quiero capturar tu risa, tu mirada, ese gesto espontáneo que te hace único. A través de estas sesiones, espero no solo obtener la práctica que nunca tuve, sino también ofrecer un espacio para que otros se vean a sí mismos desde una perspectiva nueva.
Así que aquí va mi invitación: Si estás listo o lista para embarcarte en este sueño conmigo, para ser parte de un proyecto que busca capturar la belleza en su forma más pura, mándame un mensaje. Vamos a crear algo juntos que nos recuerde la belleza de vivir, y la importancia de capturar el ahora, porque en el final, un recuerdo tangible de que estuvimos aquí, viviendo, sintiendo, siendo, vale más que el oro.
¿Te animas a ser parte de esta aventura? Será real, será crudo, y lo que es más importante, será divertido. Prometo que juntos podemos crear algo que no solo nos sorprenderá a ambos, sino que también nos permitirá ver el mundo bajo una luz diferente.
Para los interesados: mándame un mensaje por redes sociales o por WhatsApp. No se trata de un casting para la próxima gran sesión de moda, sino una oportunidad de conectar, para crear algo genuino juntos.
NOTA: Busco modelos de retrato en general, no solo boudoir.
¡Saludos y hasta la próxima!